martes, 20 de enero de 2009

Obama: Que Dios me ayude

La parte principal de la transmisión de mando, de la juramentación del Presidente de los Estados Unidos Barak Obama, el más poderoso del mundo, ahí en el lugar preferencial antes y después del acto, fue la presencia de Dios.

Fue invocado, se le pidió su bendición, su protección a la familia presidencial, se juró frente ante la Bíblia, se prometió ante su presencia y ante los dos millones que estaban presentes y ante miles de millones que veían en vivo ese acto que estaba primordialmente dirigido hacia Dios.

Dios estuvo primero, en el lugar preferencial y bajo su amparo, la más poderosa nación que tiene errores, que las acciones de sus gobernantes llevó a graves injusticias como el caso de Irak o Afganistan, el país donde se gestó y nació la más terrible crisis financiera que envolvió al mundo. Allí estuvo Dios.

No fue ritual, religioso, dogmático como muchas veces se quiere hacer aparecer a Dios, fue una presencia esencial, significativa que se movía en medio de una multitud humillada ante Él. Los rostros inclinados, de grandes políticos ante el más grande.

Vean la grabación y notarán más claramente lo que digo. Allí en medio de la multitud se convocó, se le llamó, se rogó y se pidió su presencia.

El reverendo Rick Warren de la iglesia saddleback de Lake Forest, California, encabezó la invocación para la ceremonia de juramentación del presidente electo Barack Obama.

Hizo algo que pocos repararon y casi nadie comenta. Entregó sus vidas, la de Obama y su familia, en las manos de Dios "Ahora comprometemos y entregamos a nuestro presidente y a su familia para tu cuidado"

El mandatario electo prometió sobre la Biblia guiar con sabiduría los caminos de la principal potencia mundial. "Que Dios me ayude", añadió al final del texto protocolar.

Una emotiva oración a Dios sucedió a la caminata de Obama ante la gran multitud que se concentró en el Capitolio para asistir a la juramentación del presidente número 44 de ese país.

Ahora, Dios debe estar en todas las acciones, en las grandes y pequeñas decisiones, en la búsqueda de salidas para los graves problemas que afronta Estados Unidos, en las finanzas y en la economía norteamericana.

La salida de la crisis mundial no se trata solo de fe, se trata también de las obras porque la fe sin obras es muerta, dice el evangelio.

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