Claro que Navidad tiene un profundo significado. Para el gobierno que está doblando la última esquina significará el empujón para el indicador del crecimiento económico que le servirá como carta de presentación para la campaña de Meche Araoz.
Para el empresario Navidad es la esperanza para obtener más dinero y que sus objetivos se cumplan; para el banquero, el comerciante, el pequeño y mediano empresario igual, su gran expectativa que sus productos se vendan como nunca.
Para los políticos es una gran oportunidad para emocionarse y forzar una sonrisa al entregar un juguete barato a niños de extrema pobreza. Claro que estos niños deben vivir en las zonas más cercanas para que los periodistas pedan acudir, sino, perdería su significación.
Para Juan y María que trabajan con un sueldo fijo, tiene mucha significación porque puede comprar más de la cuenta, hasta reventar la tarjeta y a sabiendas que los meses de enero y febrero vivirá del crédito y comprometerá hasta la escolaridad con la facilidad de crédito bancario que generosamente se abre a borbotones en estas fechas.
Hasta los que no tienen buscan para celebrar esta fecha. Nadie se queda sin la celebración navideña o por lo menos, nadie debe quedarse sin celebrar, así es la traición.
Si miramos alrededor nuestro, en estos días hay una tremenda agitación, un desesperado consumismo, como si todo el mundo vendiera y todo el mundo comprara, un frenético intercambio de toma y daca.
Pero olvidamos lo fundamental, que se trata de una fiesta religiosa, con ese símbolo de austeridad y extrema humildad y cuya imagen se proyecta a ese nacimiento que armamos en casa para simbolizar lo que fue el acontecimiento más importante de la cristiandad ocurrida hace más de dos mil años.
A menos que sea en la Iglesia cristiana, el fundamento de la Navidad no es Cristo, no es Jesús, no es Dios hecho hombre. Es Papá Noel, Santa Claus, las guirnaldas multicolores, el pavo, el chocolate, el infaltable panteón. Es decir ¡Feliz Navidad! sin sentido, sin cristiandad, sin significado.
Tal vez por eso cuando en Estados Unidos gobernaba George Bush, decidió borrar la palabra Navidad en las tarjetas de saludo presidencial y lo remplazó por el simple ¡Felices Fiestas!.
Hace tiempo cambiamos a Cristo por el espíritu navideño, cambiamos a Jesús por Santa Claus, al significado de Dios hecho hombre por el intercambio de regalos sin ton ni son.
Viva la fiesta pagana, viva el consumo de licor hasta no poder más.
Claro, la mayoría hará eso.
Otros, pocos, reflexionaran sobre el verdadero motivo de la Navidad: Jesús.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
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